
LUIS ESPINOZA ha estado luchando contra el covid-19 en Perú desde marzo. Médico especialista en medicina tropical y enfermedades infecciosas, fue enviado por el Ministerio de Salud a Iquitos, en la selva norte, cuando comenzó la pandemia, para luego trasladarse a Sullana, una sofocante ciudad del norte. Ambas ciudades tienen un alto número de muertes por covid-19. Muchos, dice el Dr. Espinoza, fueron evitables. “Los pacientes que no deberían estar muriendo están muriendo debido a complicaciones causadas por la automedicación”, dice. Eso puede ayudar a explicar por qué Perú ha tenido más muertes por la enfermedad como porcentaje de su población que todos los demás países excepto uno.
La automedicación no es un problema nuevo. Entre un tercio y la mitad de los peruanos usan medicamentos que no son recetados por un médico, muestran los estudios. Contra una variedad de enfermedades ingieren antibióticos, esteroides, medicamentos anticoagulantes y la versión veterinaria de la ivermectina, que se usa contra parásitos como las lombrices intestinales. El dióxido de cloro, un desinfectante, también es popular.
Más de la mitad de los peruanos piensa que la ivermectina y el dióxido de cloro son posibles remedios para el covid-19, según una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos, un centro de estudios. En Sullana los pacientes toman esteroides, que inhiben el sistema inmunológico, usan una máscara, “y piensan que están totalmente protegidos”, dice el Dr. Espinoza. “Cuando los veo, normalmente es demasiado tarde”. En Iquitos al menos la mitad de los 700 que murieron en el hospital donde trabajaba podrían haberse salvado, de no haber tomado esteroides e ivermectina.
Al comienzo de la pandemia, muchos peruanos, habiendo escuchado que el coronavirus causa coágulos de sangre, devoraron anticoagulantes. Algunos murieron desangrados, dice Percy Mayta-Tristán, editor de Acta Medica, revista publicada por la asociación médica peruana. Algunos políticos promueven el dióxido de cloro como cura. Unión por el Perú, un partido populista de izquierda, pidió la formación de un comité para estudiar sus efectos.
Perú tiene leyes para prevenir el uso indebido de medicamentos, pero son difíciles de hacer cumplir. Carol Avalos, empleada de una farmacia en Lima, la capital, dice que los clientes se oponen a que les digan que necesitan recetas. La pandemia los ha vuelto más agresivos, dice. Algunos farmacéuticos se resisten a discutir. Alberto Tutaya, un pediatra que trabajó en un plan del gobierno para frenar la automedicación, dice que es una respuesta a la escasez de clínicas y médicos. Perú tiene solo 13 médicos por cada 10,000 habitantes, una de las tasas más bajas de América del Sur. “La automedicación muestra los límites de nuestro sistema de salud”, dice. “La desesperación causada por el virus solo lo ha empeorado”.■
Este artículo apareció en la sección de las Américas de la edición impresa con el título “Paciente, no te curas a ti mismo”.
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