
YORDAN EDUARDO GüETIO defendió los derechos del pueblo Nasa, grupo indígena del Cauca, en el occidente de Colombia, al que pertenecía. El 2 de febrero hombres con uniforme militar lo detuvieron a él y a su padre en su motocicleta en las afueras de Corinto, en el norte del Cauca. Dejaron ir al padre del Sr. Güetio, pero mataron al hijo a tiros. Tenía menos de 30 años.
El activismo ha sido durante mucho tiempo una vocación peligrosa en Colombia. Desde la década de 1980 hasta principios de la de 2000, grupos paramilitares de derecha asesinaron a sindicalistas, comunistas y líderes campesinos. los FARC, un grupo guerrillero que se desmovilizó luego de un acuerdo de paz con el gobierno en 2016, secuestró a campesinos que se oponían a ellos.
Se pensaba que la paz traería seguridad a los líderes sociales, como llaman los colombianos a los activistas. De hecho, ha traído más peligro. Al menos 400 defensores de derechos han sido asesinados desde 2016, según el Naciones Unidascomisionado de derechos humanos. El Defensor del Pueblo de Colombia ha documentado 710 asesinatos de este tipo durante el mismo período. El mes pasado, 19 activistas fueron asesinados o desaparecieron, según Indepaz, un grupo de expertos.
Una razón puede ser que la paz ha animado a más activistas a hacer más demandas, dice Juan Carlos Garzón de la Fundación Ideas para la Paz, un grupo de expertos. Hacen campaña por causas que fueron ensombrecidas por la guerra, como los derechos de los pueblos indígenas y afrocolombianos, la reforma agraria, la protección del medio ambiente y un gobierno libre de corrupción.
Una razón más obvia es el surgimiento de grupos armados que luchan por el control de territorios desocupados por los FARC. Estos incluyen el EL N y el EPL guerrilleros y bandas compuestas por FARC y paramilitares que se negaron a desarmarse. En Nariño, en el suroeste de Colombia, grupos de narcotraficantes atacan a los defensores de un programa gubernamental que alienta a los agricultores a cambiar el cultivo de coca, que se usa para producir cocaína, por cultivos legales como el cacao.
La mayoría de los activistas asesinados en Cauca eran líderes indígenas o afrocolombianos que intentaban expulsar a los grupos armados de los territorios reservados para ellos. En Norte de Santander, al noreste, el EL N y el EPL están en guerra entre sí y con dignos locales, como entrenadores de fútbol, de quienes sospechan que apoyan a sus enemigos.
El estado permanece ausente en grandes extensiones del territorio colombiano. El gobierno envía soldados para matar a narcotraficantes y otros alborotadores. Pero no ha creado las instituciones necesarias para hacer cumplir la ley de manera coherente. Sin orden, se deja proteger a los líderes sociales uno a uno.
Iván Duque, el presidente conservador de Colombia, ha hecho un esfuerzo. En 2018 creó el “plan de acción oportuno” para elaborar políticas para proteger a los líderes sociales. El gobierno realiza reuniones para discutir las alertas emitidas por la Defensoría del Pueblo sobre riesgos específicos para los líderes sociales. Una “unidad de protección nacional” ha entregado a cientos de líderes teléfonos celulares, chalecos antibalas e incluso guardaespaldas y vehículos blindados.
Son medidas a medias. Cuando el ombudsman identifica amenazas, los funcionarios rara vez proponen acciones para evitarlas, dice una persona que asistió a sus reuniones. El Ministerio del Interior, que no tiene poderes de ejecución, está a cargo del plan de acción oportuno. Se supone que otras agencias, como el Ministerio de Defensa, protegen a los líderes sociales. Pero no se coordinan entre sí fuera de Bogotá, dice Garzón.
Otro problema es la desconfianza. Los activistas se muestran cínicos acerca de un gobierno que está en gran parte ausente de sus regiones. Los partidos de izquierda han utilizado los asesinatos como un garrote contra el gobierno de Duque. Algunos de sus aliados descartan su indignación como una expresión de castrochavismo—Ideas socialistas de Cuba y Venezuela. Los activistas a veces se niegan a reunirse con los funcionarios para discutir cómo protegerlos.
El 10 de febrero, Human Rights Watch, un grupo de presión global, instó al gobierno a establecer fuerzas policiales y tribunales de justicia en las regiones donde los líderes sociales están siendo masacrados. Duque, cuyo mandato finaliza en 2022, se está quedando sin tiempo para hacerlo. Mientras tanto, seguirán ocurriendo tragedias como el asesinato del Sr. Güetio.■
Este artículo apareció en la sección de las Américas de la edición impresa con el título “Activistas en medio de la anarquía”.
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